Hoy temprano entré en Osha Social y me encuentro con un tema muy polémico pero también muy interesante y repitiendo las palabras del aburo Ifá Lerí Alarí yo también “quisiera aportar mi granito de arena”.
El tema realmente amerita un ensayo de muchas páginas pero antes de que se pierda el calor del debate quisiera dar, en una publicación, mi punto de vista sobre “Èshù – Elégbá”.
Antes de todo, expreso mi respeto a todos los hermanos que visitan y publican en este sitio web y aclaro que este es mi punto de vista argumentado, claro está, con lo aprendido gracias a mis estudios de Osha-Ifá.
Primero que todo opino que desde el enfoque de la tendencia afrocubana de la religión yorùbá, lo que expone el aburo Julio Rocha Omo Olokun Awo Osafun, en su anterior publicación, es bastante correcto, en lo referido a quien es para los afrocubanos Èshù y quien es Elegguá. Sin embargo, considero que lo escrito está parcializado y enfocado de un modo demasiado radical. Por tanto, discrepo en algunos aspectos. Antes de que caiga la duda, afirmo que pertenezco a la tradición afrocubana y defiendo la mayoría de los aspectos que considero correctos en la misma, pero no dejo de reconocer que la religión nació en Nigeria y que los yorùbá son el origen.
Para poder comprender mis argumentos primero debemos entender que la esclavitud a manos de los europeos dio comienzo con los portugueses quienes comenzaron a transportar africanos desde la costa oeste de África a las minas y plantaciones españolas en el nuevo mundo (continente americano). Posteriormente participaron otras naciones europeas: Francia, Inglaterra, Holanda y España. Se calcula que durante los siglos XVI, XVII, XVIII y los primeros años del siglo XIX se trajeron aproximadamente 11.3 millones de esclavos de África al Nuevo Mundo, de ellos cerca de 4 millones atracaron en Brasil, 2.5 millones llegaron a Cuba, 4.1 millones a lo largo de las islas de las Indias Orientales y de 400,000 a 600,000 a América del norte, con números adicionales claro está debido a la trata por contrabando y el comercio triangular.
Muchos Yorùbá, Fon Gbe, Bantú, Igbó, Efik, etc. estaban entre los africanos traídos al Nuevo Mundo, sin embargo el mayor número de africanos esclavizados procedía de las naciones Yorùbá, quienes aportaron sus tradiciones religiosas que ciertamente alimentaron a las culturas híbridas establecidas por los esclavos en el Caribe, Sudamérica y Norteamérica, de las cuales se desprenden los rasgos que tiñen la realidad religiosa de las culturas afro descendientes en toda América.
En el caso exclusivo de Cuba, con el paso del tiempo, los diferentes grupos étnicos africanos, unidos por su trágico destino, concentraron sus prácticas religiosas en las ceremonias y los principios sagrados de los Yorùbá y a estas incorporaron elementos de diversas fuentes como los Europeos, los Bantú, los Fon–Gbe, los Igbó, Efik, etc. y la mezcla de todo ello dio lugar a lo que indebidamente conocemos como “Santería”, que de manera más correcta le llamamos Religión o Tradición Afrocubana.
Por tanto, la religión afrocubana no determina a la religión yorùbá sino al contrario lo que tenemos los afrocubanos es derivado de lo que trajeron los yorùbá. De ahí que discrepe con la afirmación del aburo Julio Rocha Omo Olokun Awo Osafun cuando expresa que: “Como la pérdida de conocimiento en la religión Yoruba, que se practica en nuestra Diáspora Afrocubana, sigue su curso y es evidente, pues ya comenzaron a ponerle a Eleggua nombres de Eshú”. Y es que es a Èşù (Èshù) a quien en Cuba lo nombraron como Elegguá.
En Nigeria, muchos investigadores han ido tratando de hallar a Elegguá y encontrar sus secretos y solo se han encontrado con la cara de duda de muchos Sacerdotes ancianos preguntando ¿a quién busca?
Elegguá es uno de los tantos nombres que recibió Èshù, de este lado del Océano Atlántico cuando los esclavos comenzaron a redefinir, adaptar y a mezclar sus cultos. Otros nombres asociados son: Legba (usado en Haití, República Dominicana, Surinam y Brasil), Abboney (con el que se le conoce en Jamaica), Legba Sé (usado en algunas regiones de Haití), entre otros. También ha sido sincretizado con el Ánima Sola, el Niño de Atocha, San Antonio, e incluso con el Diablo. Pero aun con el nombre o con las variaciones que se le deseen imponer no deja de ser Èshù; el cual tiene muchísimos caminos y muchísimos nombres incluso dentro de la misma Nigeria.
Explicar en pocas palabras el sentido completo de qué representa Èshù es imposible, en la literatura existen obras muy completas y largas dedicadas solo a este tema. Sintetizando podría decirse que: “regula el equilibrio dinámico de la existencia”.
Ahora, cabe la duda: ¿Si siempre se llamó Èshù porque surgió el nombre de Elégbá, que luego se entendió como Elegguá o Elewá? Pues una de las respuestas más acertadas es que en Nigeria, sobre todo los yorùbá de la región costera, se referían a él como Ẹlégbára, relacionándose a este el alias de Ẹlégbá (cuya traducción se refiere básicamente al “dueño o poseedor del pueblo de los Ègbá”). Y pues, debido a la tradición oral en un país donde confluyeron grupos étnicos de distintas regiones, terminamos llamándolo popularmente Elegguá.
De ahí que, sin demeritar la opinión de nadie y uniéndome al criterio de muchos, hay bastantes argumentos que apuntan que Èshù y Elégbá son el mismo concepto con diferentes nombres.
Ahora, las transformaciones que surgieron en Cuba sobre las formas de culto y de consagración, ya eso es otro tema para debatir y necesitaríamos un congreso entero para poder dialogar al respecto. Por eso, no pretendo censurar ni demeritar a los mayores que hasta el día de hoy dieron lo mejor de sí para que la religión sobreviviera.
Por otra parte, pienso que el que se entregue Èshù, Ògún, Òshóòsì y Ozun antes de recibir Ìkófá o Awofakan no es un mal procedimiento. Entiendo la sugerencia que el aburo Julio Rocha Omo Olokun Awo Osafun hace cuando se remite a las palabras del señor Rubén Cuevas Awó ni Òrúnmìlà Ojuani ni Shidi pero no estoy de acuerdo con que tenga que ser así pues, coincidiendo con el aburo Ifá Lerí Alarí, lo más importante es la función que realiza Èshù para apoyar a la persona y no si acompañó al Odù con el que la persona se identifica.
Un Odù de Ifá representa energías, conductas, situaciones, comportamientos y ayuda a recordar a la persona que se identifica con el mismo cuál es su camino en esta encarnación, su camino en su vida presente en la Tierra; pero una persona no es un Odù y no tiene porque asumir ese tipo de detalles tan solo por el hecho de representarse con ese signo de Ifá. El Èshù que acompaña a la persona va acorde a lo que la persona viva, por eso es que antes de prepararlo se consulta con Ifá cuál es el que corresponde. Además, una persona puede poseer tantos tipos de Èshù como necesite siempre autorizado por Ifá y acorde a la función que se requiera. Por tan solo poner un ejemplo: Èshù Ìjélu proviene del Omo Odù Ògúndá Òshé y es el encargado de los tambores y de la música en general. Entonces ¿no sería conveniente entregarle este Èshù a un músico o a un percusionista? ¿es necesario ser Ògúndá Òshé para tener este Èshù? Las respuestas son lógicas: es ideal para una persona que ama y crea música y más si la persona se dedica a la percusión y el hecho de que esta persona esté marcada por un Odù u otro no es causa suficiente para asignarle ese Èshù. En el caso anterior, a un tamborero le será más útil que a un herrero. Por otra parte Ògún, Òshóòsì y Ozun juegan un papel primordial en la vida del aleyo pues son los que permiten que el trabajo de Èshù tenga sentido. Visto de una manera muy básica, Èshù abre la puerta que nos conducirá a una transformación espiritual, Ògún remueve los obstáculos a lo largo del camino o destino de las personas, Òshóòsì localiza e identifica el sendero positivo más corto entre las etapas del desarrollo terrenal y espiritual y Ozun fortifica y sostiene a la persona en este proceso. Ọ̀rúnmìlà sí es muy eficaz junto a estos Orishas pues ayuda a identificar el camino que la persona debe seguir pero ellos por sí solos constituyen una fortaleza para la persona. Y el hecho de que se reciban junto a Ọ̀rúnmìlà o no, no es determinante. Por muchos años se hizo así y todo estuvo bien.
Finalizando, pienso que hay muchas cosas que podrían abordarse del tema. No pretendo con mis palabras transformar el pensamiento de nadie, tan solo espero aportar un granito de arena para que nuestra montaña de sabiduría y conocimiento siga creciendo.
Mo dúpẹ́ Pùpọ́!
¡Muchas gracias!
Ifáràbàle
:: Ilé Ifá Ìwà Sùúrù ::
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Hoy temprano entré en Osha Social y me encuentro con un tema muy polémico pero también muy interesante y repitiendo las palabras del aburo Ifá Lerí Alarí yo también “quisiera aportar mi granito de arena”.
El tema realmente amerita un ensayo de muchas páginas pero antes de que se pierda el calor del debate quisiera dar, en una publicación, mi punto de vista sobre “Èshù – Elégbá”.
Antes de todo, expreso mi respeto a todos los hermanos que visitan y publican en este sitio web y aclaro que este es mi punto de vista argumentado, claro está, con lo aprendido gracias a mis estudios de Osha-Ifá.
Primero que todo opino que desde el enfoque de la tendencia afrocubana de la religión yorùbá, lo que expone el aburo Julio Rocha Omo Olokun Awo Osafun, en su anterior publicación, es bastante correcto, en lo referido a quien es para los afrocubanos Èshù y quien es Elegguá. Sin embargo, considero que lo escrito está parcializado y enfocado de un modo demasiado radical. Por tanto, discrepo en algunos aspectos. Antes de que caiga la duda, afirmo que pertenezco a la tradición afrocubana y defiendo la mayoría de los aspectos que considero correctos en la misma, pero no dejo de reconocer que la religión nació en Nigeria y que los yorùbá son el origen.
Para poder comprender mis argumentos primero debemos entender que la esclavitud a manos de los europeos dio comienzo con los portugueses quienes comenzaron a transportar africanos desde la costa oeste de África a las minas y plantaciones españolas en el nuevo mundo (continente americano). Posteriormente participaron otras naciones europeas: Francia, Inglaterra, Holanda y España. Se calcula que durante los siglos XVI, XVII, XVIII y los primeros años del siglo XIX se trajeron aproximadamente 11.3 millones de esclavos de África al Nuevo Mundo, de ellos cerca de 4 millones atracaron en Brasil, 2.5 millones llegaron a Cuba, 4.1 millones a lo largo de las islas de las Indias Orientales y de 400,000 a 600,000 a América del norte, con números adicionales claro está debido a la trata por contrabando y el comercio triangular.
Muchos Yorùbá, Fon Gbe, Bantú, Igbó, Efik, etc. estaban entre los africanos traídos al Nuevo Mundo, sin embargo el mayor número de africanos esclavizados procedía de las naciones Yorùbá, quienes aportaron sus tradiciones religiosas que ciertamente alimentaron a las culturas híbridas establecidas por los esclavos en el Caribe, Sudamérica y Norteamérica, de las cuales se desprenden los rasgos que tiñen la realidad religiosa de las culturas afro descendientes en toda América.
En el caso exclusivo de Cuba, con el paso del tiempo, los diferentes grupos étnicos africanos, unidos por su trágico destino, concentraron sus prácticas religiosas en las ceremonias y los principios sagrados de los Yorùbá y a estas incorporaron elementos de diversas fuentes como los Europeos, los Bantú, los Fon–Gbe, los Igbó, Efik, etc. y la mezcla de todo ello dio lugar a lo que indebidamente conocemos como “Santería”, que de manera más correcta le llamamos Religión o Tradición Afrocubana.
Por tanto, la religión afrocubana no determina a la religión yorùbá sino al contrario lo que tenemos los afrocubanos es derivado de lo que trajeron los yorùbá. De ahí que discrepe con la afirmación del aburo Julio Rocha Omo Olokun Awo Osafun cuando expresa que: “Como la pérdida de conocimiento en la religión Yoruba, que se practica en nuestra Diáspora Afrocubana, sigue su curso y es evidente, pues ya comenzaron a ponerle a Eleggua nombres de Eshú”. Y es que es a Èşù (Èshù) a quien en Cuba lo nombraron como Elegguá.
En Nigeria, muchos investigadores han ido tratando de hallar a Elegguá y encontrar sus secretos y solo se han encontrado con la cara de duda de muchos Sacerdotes ancianos preguntando ¿a quién busca?
Elegguá es uno de los tantos nombres que recibió Èshù, de este lado del Océano Atlántico cuando los esclavos comenzaron a redefinir, adaptar y a mezclar sus cultos. Otros nombres asociados son: Legba (usado en Haití, República Dominicana, Surinam y Brasil), Abboney (con el que se le conoce en Jamaica), Legba Sé (usado en algunas regiones de Haití), entre otros. También ha sido sincretizado con el Ánima Sola, el Niño de Atocha, San Antonio, e incluso con el Diablo. Pero aun con el nombre o con las variaciones que se le deseen imponer no deja de ser Èshù; el cual tiene muchísimos caminos y muchísimos nombres incluso dentro de la misma Nigeria.
Explicar en pocas palabras el sentido completo de qué representa Èshù es imposible, en la literatura existen obras muy completas y largas dedicadas solo a este tema. Sintetizando podría decirse que: “regula el equilibrio dinámico de la existencia”.
Ahora, cabe la duda: ¿Si siempre se llamó Èshù porque surgió el nombre de Elégbá, que luego se entendió como Elegguá o Elewá? Pues una de las respuestas más acertadas es que en Nigeria, sobre todo los yorùbá de la región costera, se referían a él como Ẹlégbára, relacionándose a este el alias de Ẹlégbá (cuya traducción se refiere básicamente al “dueño o poseedor del pueblo de los Ègbá”). Y pues, debido a la tradición oral en un país donde confluyeron grupos étnicos de distintas regiones, terminamos llamándolo popularmente Elegguá.
De ahí que, sin demeritar la opinión de nadie y uniéndome al criterio de muchos, hay bastantes argumentos que apuntan que Èshù y Elégbá son el mismo concepto con diferentes nombres.
Ahora, las transformaciones que surgieron en Cuba sobre las formas de culto y de consagración, ya eso es otro tema para debatir y necesitaríamos un congreso entero para poder dialogar al respecto. Por eso, no pretendo censurar ni demeritar a los mayores que hasta el día de hoy dieron lo mejor de sí para que la religión sobreviviera.
Por otra parte, pienso que el que se entregue Èshù, Ògún, Òshóòsì y Ozun antes de recibir Ìkófá o Awofakan no es un mal procedimiento. Entiendo la sugerencia que el aburo Julio Rocha Omo Olokun Awo Osafun hace cuando se remite a las palabras del señor Rubén Cuevas Awó ni Òrúnmìlà Ojuani ni Shidi pero no estoy de acuerdo con que tenga que ser así pues, coincidiendo con el aburo Ifá Lerí Alarí, lo más importante es la función que realiza Èshù para apoyar a la persona y no si acompañó al Odù con el que la persona se identifica.
Un Odù de Ifá representa energías, conductas, situaciones, comportamientos y ayuda a recordar a la persona que se identifica con el mismo cuál es su camino en esta encarnación, su camino en su vida presente en la Tierra; pero una persona no es un Odù y no tiene porque asumir ese tipo de detalles tan solo por el hecho de representarse con ese signo de Ifá. El Èshù que acompaña a la persona va acorde a lo que la persona viva, por eso es que antes de prepararlo se consulta con Ifá cuál es el que corresponde. Además, una persona puede poseer tantos tipos de Èshù como necesite siempre autorizado por Ifá y acorde a la función que se requiera. Por tan solo poner un ejemplo: Èshù Ìjélu proviene del Omo Odù Ògúndá Òshé y es el encargado de los tambores y de la música en general. Entonces ¿no sería conveniente entregarle este Èshù a un músico o a un percusionista? ¿es necesario ser Ògúndá Òshé para tener este Èshù? Las respuestas son lógicas: es ideal para una persona que ama y crea música y más si la persona se dedica a la percusión y el hecho de que esta persona esté marcada por un Odù u otro no es causa suficiente para asignarle ese Èshù. En el caso anterior, a un tamborero le será más útil que a un herrero. Por otra parte Ògún, Òshóòsì y Ozun juegan un papel primordial en la vida del aleyo pues son los que permiten que el trabajo de Èshù tenga sentido. Visto de una manera muy básica, Èshù abre la puerta que nos conducirá a una transformación espiritual, Ògún remueve los obstáculos a lo largo del camino o destino de las personas, Òshóòsì localiza e identifica el sendero positivo más corto entre las etapas del desarrollo terrenal y espiritual y Ozun fortifica y sostiene a la persona en este proceso. Ọ̀rúnmìlà sí es muy eficaz junto a estos Orishas pues ayuda a identificar el camino que la persona debe seguir pero ellos por sí solos constituyen una fortaleza para la persona. Y el hecho de que se reciban junto a Ọ̀rúnmìlà o no, no es determinante. Por muchos años se hizo así y todo estuvo bien.
Finalizando, pienso que hay muchas cosas que podrían abordarse del tema. No pretendo con mis palabras transformar el pensamiento de nadie, tan solo espero aportar un granito de arena para que nuestra montaña de sabiduría y conocimiento siga creciendo.
Mo dúpẹ́ Pùpọ́!
¡Muchas gracias!
Ifáràbàle
:: Ilé Ifá Ìwà Sùúrù ::